sábado, 31 de octubre de 2015

Hoy en Crónicas Anexas: Conflictos interespecíficos

Había un perro. Había dos perros. En realidad eran tres perros y un humano. Y la situación era compleja... Don Jofré vivía en una casa esquina. Años. Años ya que vivía en esa casa esquina. Y era tan bonita. Con sus ventanas de madera, el piso de parqué, el pasto que la rodeaba y la parra de uva frutilla que era su tesoro. Y afuera de la casa, rodeándola, más pasto. Verde, muy verde. El más verde de la calle. Tan bien cuidado que parecía sacado de un campo de golf inglés.

Tommy era un quiltro blanco, chico y con actitud. Llevaba su propia manada, "Los del Unimarc", a pura actitud. Era el jefe indiscutido y como tal tenía que marcar su preciado territorio en una ciudad con manadas por doquier. El punto más conflictivo era ese parche de pasto tan bien cuidado que mojón que dejase sería visto por quien sea y listo, misión cumplida.

Negro. Negro era una mezcla de pastor alemán con alguna otra raza negra y muchas otras razas más aún por definir. Su porte, su elegancia quiltresca y sus colmillos sacados de alguna de esas razas por definir lo hacían el jefe de "Los del Negro". Soberano de unas importantes cuadras, era vecino de Los del Unimarc, coincidiendo en ese parche de pasto verde y perfecto donde dejaba siempre un gran mojón que decía "hasta acá llegan los del Negro".

Sr. Jaraquemada se creía de raza. Con pinta de collie, afirmaba ser de sangre azul, seguramente perdido en alguna escapada de hace muchos años, sus personas tal vez lo buscaron y nunca lo encontraron. Sea como sea, acá tenemos un individuo elegante, jefe por pura intimidación aristocrática. Lord de "Los Nobles", patrullaba sus tierras con rigor y precisión suizas. Su punto favorito era ese parche de pasto verde e impecable, como él. Ahí dejaría su mojón, al lado de ese mojón chico y blancuzco y de ese otro grande y hediondo. Ahí estaría el suyo, formando un lulo perfecto. Que quede claro quién es el jefe con mejor sentido estético.

Una situación que llevaba años. Don Jofré odiando a esos malditos quiltros de la conchetumadre que no lograba pillar y que ahí destruían su perfección y lo humillaban ante todo el barrio, demostrando que tal vez el suyo no era el mejor pasto.

Y Tommy, Negro y Sr. Jaraquemada que no sabían cómo chucha (cresta, Sr. Jaraquemada pensaba que cómo cresta) sus mojones desaparecían. "¡Pero si lo dejé aquí hace dos días! No ha llovido, no ha pasado un aluvión, mucho menos una avalancha. ¿Qué chucha?" Pensaba el Negro mientras soltaba su marca contundente y marrón. "¡Por la reconchatumadre! Tiene que haber sido alguno de esos humanos del orto. ¿O será que el Negro lo sacó, careraja? ¿O ese cuico del Sr. Jaraquemada?", se preguntaba el joven Tommy. "Virgen santa... De nuevo... ¿Cómo es esto posible? Quiero pensar que son los humanos, pero ¿para qué se llevarían mi mojón? ¿De qué les sirve? No, fue uno de esos quiltros ordinarios que quieren expandirse. Guerra, esto ya es guerra".

Y fue así como ocurrió la masacre de la calle Echeñique. Los súbditos empezaron a cuestionar la autoridad de sus jefes. ¡Incluso del Sr. Jaraquemada! Y no, esto no es aceptable, acá habrá guerra hasta morir y retroceder nunca, rendirse jamás, nos vemos a la puesta de sol y ahí se terminará esto de una vez por todas.

Llega la puesta de sol. El Sr. Jaraquemada estaba ahí hacía unos minutos (era conocido por su puntualidad), el Negro aparece con los suyos detrás y Tommy viene con aspecto acelerado, pero en realidad es que con esas patas cortas se tiene que mover muy rápido si quiere llegar a algún lugar a tiempo. Y ahí están los tres, listos para la batalla. Y batalla campal se ha dicho. Ladridos furiosos, dientes desembocados, sangre roja y azul mezcladas en un macabro morado que cubre parte de la calle, parte del pasto recientemente cortado. Salen los vecinos, llaman a los bomberos, al veterinario de la esquina, a la Sociedad Protectora de Animales, al Servicio Agrícola Ganadero, sacan mangueras, tiran piedras, palos, Dios mío ¿qué hacemos? Nada, no pueden hacer nada y nadie entiende qué les pasa a estos perros endemoniados.

Finalmente, malheridos, los tres perros llegan a un acuerdo decidido a punta de colmillos: la esquina es del Negro. El Sr. Jaraquemada se despide con una sutil reverencia de perdedor honrado, Tommy cede escupiendo saliva y sangre al suelo y el Negro, con lo poco de fuerzas que le quedan, deja su mojón vencedor en el pasto.

En cuanto a Don Jofré, llega tarde ese día, pero se entera de todos los pormenores cuando pasa por la panadería a comprar la última horneada de pan. Tampoco entiende nada, parece que hasta los perros están locos en esta ciudad, y tampoco repara que fua a partir de ese día que los mojones en el pasto disminuyeron considerablemente, en dos tercios para ser más exactos. ¿Qué pasó? ¿Será que nunca fueron quiltros de la calle, sino mascotas de alguien que ahora recoge sus cacas? ¿O tal vez sí eran quiltros, pero murieron atropellados, envenados o de hambre? Pucha, ahora le dio un poco de pena a Don Jofré y se le aprieta un poquito el corazón mientras recoge ese mojón grande y hediondo que cada cierto tiempo insiste en volver.

5 comentarios:

  1. Jajajajaa!! Buenísimo..me encantó la actitud y el reconocimiento de los luchadores GUAU!!

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  2. Muy bueno Pauli. Sigue regalándonos estas píldoras.
    El vencedor se quedó con el trono.

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    1. Que bueno q te gustó!!! Y q te pareció el arte? No es nada fácil dibujar caca...

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