En realidad,
Jack no es su verdadero nombre. Es que un día llegó y contó que no sé quién le
había dicho que Joaquín en inglés era Jack, así que quedó como Jack para
siempre, siempre, siempre. Siempre. En fin, Jack es un tipo muy simpático. De
esos que tienen amigos en todas partes, que cae bien a la primera, que siempre
tiene esa talla lista para el momento preciso. El punto es que ahora todos esos
amigos que ha conocido lo extrañan porque Jack ha desaparecido.
Era jueves
y era Santiago. Se juntó con cuatro amigos: uno de toda la vida, una ex
compañera de pega y dos más que en realidad eran amigas del amigo de toda la
vida. Se encontraron en Provi, a eso de las 4. Más tempranito para evitar los
tacos. Fueron a Flannery’s a tomar cerveza y contarse qué habían hecho para el
18. 18 de septiembre, para todos aquellos que no estén familiarizados con las
festividades chilenas, es cuando celebramos nuestra independencia, o bueno ya,
la “Primera Junta de Gobierno”, pero el espíritu es el mismo.
Cuando se
les terminaron las cervezas alguien dijo que tenía ganas de conocer el Bar The
Clinic del Centro.
- Yo tampoco
lo cacho ¡vamos!
- Me dijeron
que la decoración es muy chora – argumento para minas.
- Y venden
buenos terremotos – argumento para minos.
- ¡¡Ya!!
¡¡Vamos!!
Ok. Fueron.
Eran ya como las 5:30 y la cosa en el ultra sobrepasado tránsito de Santiago
empezaba a ponerse seria. Pero nada que nuestros cinco héroes no pudiesen
soportar. Llegaron al bar, juntaron unas mesas para que cupieran todos bien,
pidieron los terremotos y continuaron conversando. Que no sé quién tiene una
casa en Pucón, así que vamos todos para las vacaciones. Que la cagó que mega
cool es Breaking Bad. Estudiemos todos química y hagamos metanfetaminas ¡Bitch!
Que estaban chatos de sus pegas y que es impactante como no hay nada bueno en
el fucking cine. Se terminaron los terremotos y ya nadie quería tomar más (¡era
jueves!) y decidieron partir. Pagaron la cuenta, tomaron sus cosas, una última
mirada de gitano para ver que no se les quedaba nada y al metro.
Nadie cachó
que eran las 7pm. Entraron al tren subterráneo que una vez fuera orgullo
nacional y ya no pudieron salir. Intentaron mantenerse juntos lo más posible y
lograron llegar hasta el andén. Llegó el primer tren y no pudieron entrar.
Llegó el segundo tren y no pudieron entrar. Llegó el tercer tren y entraron
empujando a quien fuese. Etapa 1 concluida. Etapa 2: bajarse en Tobalaba y
hacer el cambio de línea. Desafío nivel Dios. Salieron con otros 800 mil que
tenían esa misma segunda etapa y nadie sabe como lograron mantenerse juntos.
Llega el primer tren, que vieron desde lo alto de la escalera y obviamente no
pudieron entrar. Llega el segundo, que ven desde la mitad de la escalera y no
pudieron entrar. El pánico empieza a sentirse en la multitud. El miedo a no
salir nunca de ahí. De nunca volver a tu casa y ver a tu familia. Pero ellos al
menos se tenían los unos a los otros. Intentaban mantener la calma echando
tallas sobre lo surreal de todo esto y lograban producir risitas nerviosas.
Incluso en los extraños que los rodeaban. Llega el cuarto tren y no se pueden
subir. Vamos, la 5ta es la vencida. ¡We can do it! Un par de tallas más, un
autodominio increíble para no gritar y asesinar a todos los que te rodean. Llega
el quinto tren. Ahora sí que sí. Una vez arriba ya todo tendrá futuro otra vez.
Se abren las puertas y todos empujan. Se genera un mini caos porque solo a la
mitad de la multitud les sirve el tren rojo y se empujan y se separan y de
pronto se cierran las puertas y Jack queda afuera.
Jack queda
afuera... Ve los rostros estrujados de sus amigos en la ventana y sabe que nunca
más volverá a verlos.
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